Carlos
García (Hamburg)
[carlos.garcia-hh@t-online.de]
Borges
y Alonso Quesada (1923-1925)
[Cuadernos del
Hipogrifo 12, Roma, 2019 (febrero de 2020), 16-24]
A Carmen Ruiz Barrionuevo
En una excelente conferencia leída
en un Congreso que tuvo lugar en Roma a fines de noviembre de 2019, y a la que
me congratulo de haber asistido, Carmen Ruiz Barrionuevo se refirió a «El recurso de la ironía en Alonso Quesada».[1]
Ese autor ya me había llamado
previamente la atención, porque estuvo relacionado de alguna manera con Jorge
Luis Borges. El trabajo de Ruiz Barrionuevo me ha incitado a ocuparme de esa
conexión con algún detalle.[2]
«Alonso Quesada» era el seudónimo de Rafael Romero Quesada (Las Palmas de Gran Canaria, 1885-1925), poeta postmodernista,[3] narrador,
autor dramático y traductor (Henríquez Jiménez, A. 2018). Sus Obras completas abarcan seis volúmenes,
y fueron publicadas en 1986 por Lázaro Santana.
Junto con Tomás Morales (1884-1921)
y Saulo Torón Navarro (1885-1974), Quesada formó parte de la generación
literaria que introdujo en las Islas Canarias el Modernismo de cuño rubeniano.
A pesar de su relativo aislamiento,
una y otra vez tematizado (habla por ejemplo de su «árida vida de insulario, la aspereza circunstancial
de mis soledades inteligentes»), Quesada fue colaborador de numerosas revistas de
la península, entre ellas las madrileñas Prometeo,
España, La Pluma y la coruñense Revista
de Casa América-Galicia, que luego pasaría a llamarse Alfar. Entre 1918 y 1922 escribió también cuentos y crónicas para La Publicidad (Barcelona), por
recomendación de Gabriel Miró. Allí publicó varios de los capítulos que debían
conformar su libro Smoking Room.
La marginalidad de Quesada, tantas
veces por él mismo lamentada, no le impidió tener trato amistoso o epistolar con
algunos de los nombres más representativos de la cultura española del
momento: Miguel de Unamuno, Gabriel Miró, Manuel Abril, Ricardo Baeza, Agustín
Miralles Carlo, Carmen de Burgos («Colombine»), Juan Ramón Jiménez, Rafael Cansinos Assens y
Pedro Salinas entre otros.[4]
Si bien Madrid suscitó en él cierto
rechazo (visible, por ejemplo, en su «Poema truncado de Madrid»), Quesada recorrió en 1918 los espacios literarios
de la capital, incluída alguna visita a la tertulia regenteada por Ramón
Gómez de la Serna, según este hace constar en su libro Pombo (1957, II: 282-283).[5]
En las Islas Canarias Quesada representó
(al parecer, solo nominalmente) a la prestigiosa revista argentina Nosotros, donde Emilio Suárez Calímano
reseñó su libro La Umbría en 1923, y escribió
la necrológica de Quesada a comienzos de 1926.[6] Sin embargo, nada de Quesada apareció en esa publicación.
Considero que Borges trabó contacto
personal con él durante su breve estadía en Las Palmas de Gran Canaria, donde
acostumbraban recalar los barcos que iban y volvían entre España y Argentina. La
legación de ese país expedía visados para entrar en España tanto para
viajantes argentinos como uruguayos. El encuentro habrá tenido lugar en julio
de 1923 (en el viaje de ida a Europa), o en abril de 1924 (en el viaje de
vuelta).
Discierno cuatro posibles puntos de
contacto entre Borges y Quesada:
El primero, una conjetural
recomendación de Emilio Suárez Calímano, canario él mismo y secretario de la
redacción de Nosotros, revista con
cuyos dirigentes Borges tenía una buena relación.
El segundo puede haber sido el hecho
de que Quesada estuvo varios años empleado en empresas inglesas, que dominaban por
esa época el comercio y la economía de las islas. Ya desde antes de 1910 había
trabajado en la coasignataria de buques «Elder Dempster Canary Islands»; pasó luego al «Bank of British West Africa Limited», donde ocuparía el puesto de «Jefe de Cartera» a partir de 1920.[7]
Borges puede haber entablado alguna
relación con Quesada tanto por su afinidad para con las cosas inglesas, como
por haber hecho algún trámite en el banco de marras. Quesada escribió sobre
los caracteres ingleses con quienes tuvo contacto entre 1919 y 1924, en un
libro que solo sería publicado póstumamente de manera completa: Smoking Room (Cuentos de los ingleses de la
colonia en Canarias).[8]
La pasión literaria puede haber
contribuído a que Borges y él estrecharan lazos. La obra de Quesada destila un
humor irónico, plausiblemente del gusto de Borges, igual que la «fobia anticlerical» que sentía el canario (Santana, L. 1970: 12).[9]
Otro punto de contacto es que
Quesada fue muy amigo del ya mencionado Saulo Torón. Este había sido uno de los
colaboradores de la revista sevillana Gran Guignol, donde también Borges publicara en 1920. Quizás fuera
Torón quien relacionara a ambos, aunque no conozco pruebas de que él y
Borges se conocieran personalmente o mantuvieran corres-pondencia. (Sí existen
cartas entre Saulo Torón y Julio J. Casal, reproducidas y anotadas en García,
C. – García-Sedas, P. 2013.)
En una postal sin
fecha a Torón, Quesada define su estado como «algo aburrido, un poco melancólico y escéptico». Ese sentimiento vital, que lo acosaba a menudo,
puede haber influido en su actitud ante la muerte. Según Ruiz Barrionuevo, «la muerte, en su
serena y pertinaz presencia, se convierte en el elemento más constante» de la poesía de Quesada».[10] Y en otro pasaje agrega: «aseveraciones que no pueden por menos de recordar
aquellas paradójicas frases recogidas en las reflexiones de Jorge Luis
Borges para quien no existe sino la intensa consolación de ser y saberse perecedero
frente a la desasosegante amenaza de la posibilidad de lo eterno».
En efecto, Borges compartía el interés
por el tema de la muerte, según muestran ya varios poemas de su primer libro, Fervor de Buenos Aires, publicado
precisamente en julio de 1923 (García C., 2000, capítulo I), y del que Borges
habrá obsequiado un ejemplar a Quesada.
En cuanto a la eventual
correspondencia entre Quesada y Borges, solo conozco un testimonio, pero es
tal, que induce a pensar que hubo mucho más contacto entre ambos. Antes de
reproducir el documento, iluminaré brevemente el contexto que lo suscita.
Luego de diversas peripecias y
penurias económicas que amenazaran con obligar al cierre de la revista Proa, la redacción decide, a instancias
de Ricardo Güiraldes (quien ya había esbozado un plan similar en 1924), hacer
un intento de renovación (Artundo, P. 2004). A ese fin, la Dirección
remitió hacia febrero-marzo de 1925 la siguiente circular a varias personalidades
del mundillo literario hispanoamericano y europeo.
La carta mecanografiada, cuyo borrador
fue escrito por Pablo Rojas Paz siguiendo indicaciones de Güiraldes,
carece de fecha, pero ella se deduce de la de las respuestas recibidas, mayormente
en abril de 1925. La segunda página de esa circular no fue impresa en la
revista, pero se conserva en Madrid el ejemplar enviado a Rafael Cansinos
Assens, que permite reproducir aquí el escrito completo:
Buenos Aires, ... de ........................de 1925.
Compañero y amigo:
Hemos querido, desde el principio, que PROA, haciendo
justicia a su nombre, fuera una concentración de lucha, más por la obra que
por la polémica. Trabajamos en el sitio más libre y más duro del barco, mientras
en los camarotes duermen los burgueses de la literatura. Por la posición
que hemos elegido, ellos forzosamente han de pasar detrás nuestro en el
honor del camino. Dejemos que nos llamen locos o extravagantes. En el
fondo son mansos y todo lo harán menos disputarnos el privilegio del trabajo
y la aventura. Seamos unidos sobre el trozo inseguro que marca rumbo. La
proa es más pequeña que el vientre del barco, porque es el punto de convergencia
para las energías. Riamos de los que rabien sabiéndose hechos para seguir.
Sus ataques no llegan porque temen. PROA vive en contacto directo con la
vida. Ha dado ya sus primeros tumbos en la ola y se refresca de optimismo
por su voluntad de vencer distancias. Hoy quiere crecer un día más. Por eso le
escribe a Ud. Denos la mano de más cerca para ayudar este crecimiento.
Pronto la respuesta.
Jorge
Luis Borges Brandán Caraffa
Ricardo
Güiraldes Pablo Rojas Paz
/2/ Este es nuestro proyecto:
Cuerpo de escritores que constituyen PROA:
BERNÁRDEZ (Francisco Luis), BORGES (Jorge Luis), BRANDÁN
CARAFFA, CANSINOS ASSENS, CARO (Andrés L.), FERNÁNDEZ (Macedonio), GIRONDO
(Oliverio), GÓMEZ de la SERNA (Ramón), GÜIRALDES (Ricardo), IPUCHE (Pedro
Leandro), KELLER-SARMIENTO, LARBAUD (Valerio), MONTES (Eugenio), NERUDA
(Pablo), QUESADA (Alonso), REYES (Alfonso), REYES (Salvador), ROJAS PAZ,
SILVA VALDÉS, TORRE (Guillermo de).[11]
Comité directivo a efectos de publicación y ordenación
del material, corrección de pruebas, administración pecuniaria, subscripciones,
avisos, etc.:
Brandán Caraffa, Jorge
Luis Borges, Ricardo Güiraldes, y Pablo Rojas Paz.
Dirección
artística, impresión, disposición tipográfica, admisión y publicación de
dibujos, etc.:
El tiempo que Vd. ponga en
contestar, adelantará o atrasará este segundo y más fuerte nacimiento de
PROA.
Debe recalcarse que ese «cuerpo de escritores que constituyen Proa» no llegó a existir, al menos, no en esa forma. La
lista surgió a propuesta del «comité directivo» antes de saber si los aludidos estarían de acuerdo
o no.
Entre los aportes de Borges a esa
lista deben notarse, aparte de su maestro Macedonio Fernández, el
chileno Salvador Reyes (colaborador de la primera Proa y temprano reseñador de Fervor
de Buenos Aires), los españoles Cansinos Assens, Guillermo de Torre, Eugenio
Montes, y «Alonso
Quesada». Sin embargo, descontando
a Ramón Gómez de la Serna y a Torre, los demás españoles mencionados no colaborarían
en Proa. Sí lo hicieron otros: Benjamín
Jarnés, César M. Arconada, Federico García Lorca, Pedro Herreros (que estaba
radicado en Argentina) y los artistas Francisco Bores y Daniel Vázquez Díaz.
Torre, que bien puede ser quien
recomendara a todos o a algunos de ellos (con quienes tenía amistoso trato,
descontando a Herreros y quizás a Quesada, aunque parece conocer su obra) responderá
a la invitación mediante carta inédita a Borges del 27 de abril de 1925 (es
decir, de la misma época en que aparece su libro Literaturas europeas de vanguardia; cf. García C., 2004: 197-203):
Adjunta verás mi rápida, cordial y acorde respuesta
a la carta circular de Proa que
habéis tenido a bien enviarme. La carta –te lo diré a tí, ya más en confianza
que con el resto de los colegas– me ha parecido tan plena de vehemencias
y rizos metafóricos como ausente de precisiones y dilucidaciones concretas.
Desde luego, me parece acertada esa idea de agrupar en un cuerpo fundamental
a los principales promotores de la revista. Pero, aparte de esto, ¿qué
otras modificaciones orgánicas se persiguen? ¿Qué sol de novedad
aún no surgido veremos levantarse en esas páginas?
Respecto a los colaboradores españoles: Ramón, me
parece bien. Cansinos, no tanto: nadie concede a su papel la cotización tan
alta que tú le das, y, por otra parte, él mira con recelo –garantizo el
aserto– las colaboraciones transatlánticas.[13] [Eugenio] Montes, bien, pero por unos meses no
escribe nada hasta que acabe unas oposiciones. ¿Y Alonso Quesada? ¿Quién
ha incluído a ese canario de voz indecisa? Nadie le conceptúa aquí como
hombre de significación vanguardista.
Con la última frase, Torre
revela que no termina de comprender dos cosas:
Por un lado, que el proyecto de Proa no es enfáticamente vanguardista,
ni en el sentido en que lo fueron los órganos ultraístas españoles o argentinos
del comienzo de la década, en los que Borges y él habían publicado, ni en el
sentido en que lo era el periódico argentino Martín Fierro (1924-1927): la actitud de Proa era más mesurada, más conciliadora, y encarna un anticipo
del retour à l’ordre proclamado por
Cocteau en 1926.[14]
Por otro lado, Torre parece no haber
advertido el humor y la ironía que destilan las obras de Quesada, lo cual lo
emparenta siquiera sesgadamente con lo vanguardístico, que por otra parte
estaba declinando también en España. Borges mismo había abominado ya desde
1922 del ultraísmo, y ello se volvería público con la publicación de Fervor de Buenos Aires (lo cual no
escapó a Torre, según muestra su quejosa reseña del libro; cf. García C., 2017).
A pesar de la intención
de Borges, no llegó a concretarse la colaboración de Quesada en Proa, ya que el canario falleció en noviembre
de 1925 (su enfermedad había empeorado ya en 1924). Proa, por lo demás, dejaría de aparecer tras el número 15, de
enero de 1926.
(Hamburg, 22-I-2020)
Bibliografía
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de convergencia: Inicial y Proa en 1924», en García C. – Reichardt D., 2004,
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de Guillermo de Torre (1924)», Boletín de Estética n. 30, Buenos Aires,
agosto de 2017, pp. 99-120; ahora en mi libro Borges, mal lector, Córdoba, Alción editora, 2018, pp. 275-291.
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critique d'une formule retour à l'ordre» : Vingtième Siècle, revue
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Ruiz Barrionuevo C., «El recurso de la ironía en Alonso Quesada»: Conferencia leída en «II Coloquio Internacional, ‘Herencias, balances y
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Sánchez
Robayna A., «Juan
Ramón Jiménez y Alonso Quesada»: Anuario de Estudios Atlánticos n. 55, Las Palmas de Gran Canaria,
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Sánchez
Robayna A., «Epistolario
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Santana L., «Hasta 1910»: Epistolario
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Suárez Calímano E., «Reseña de Alonso Quesada: La Umbría (Madrid, 1922)»: Nosotros
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1927)
Suárez Calímano E., « [Nota necrológica sobre Quesada] »: Nosotros
n. 200-201, Buenos Aires, enero-febrero de 1926, pp. 158-159.
Suárez
Calímano E. De viaje, Arafo. Edición,
transcripción y reseña biográfica de Octavio Rodríguez Delgado, 2013,
[blog.octaviodelgado.es].
.....
[1] «II Coloquio Internacional, ‘Herencias, balances y
relecturas de la vanguardia internacional. A cien años del nacimiento del
Ultraísmo’, Homenaje a Carmen Ríos Barrionuevo», organizado por Marisa
Martínez Pérsico y Giuseppe Gatti. Roma, Università Guglielmo Marconi, 25-26 de
noviembre de 2019.
[2] Agradezco a la
profesora Ruiz Barrionuevo haber puesto a mi disposición la versión mecanografiada
de su ponencia antes de su publicación. Desde luego, y como ocurre a menudo en
estos casos, la versión finalmente publicada (que formará parte de las Actas
del Congreso) puede diferir. Consigno, por lo demás, que Ruiz Barrionuevo modificó
y enriqueció su texto con amenos y agudos pasajes agregados espontáneamente.
[3] En la
historiografía de la literatura en castellano hay un desfasaje entre la
nomenclatura utilizada en España y la usual en Hispanoamérica. De ahí la falta
de claridad de algunos criterios. Yo aplico el término «postmodernismo» a una fase tardía del «modernismo» en el sentido español, no sin saber que ya el
término «modernismo» está en litigio. Llevaría muy lejos tratar el
tema en detalle; lo haré en otra ocasión. Aquí me limito a decir, algo
axiomáticamente, que llamo «postmodernismo» a una maniera
situada entre el modernismo y la vanguardia. Quesada superó después de
algunos tempranos escarceos la estética modernista. Como dice Ruiz Barrionuevo:
«será Alonso Quesada, el
que situado en ese periodo inestable que supone el final del movimiento
modernista y que en la crítica literaria hispanoamericana suele denominarse postmodernismo, quien actualizará y
modernizará la recepción de la literatura en la zona dando paso a la vanguardia». Cf. también Helguera Arellano, A. 2015.
[4] Véase
el listado de cartas conservadas en [https://studylib.es/doc/7157918/digitalización-archivo-alonso-quesada---biblioteca-insular].
[5] El
poema de Quesada, que ya trasciende el postmodernismo, surgió durante un viaje
a Madrid en abril-mayo de 1918. Fue publicado en España 286-289, octubre-noviembre de 1920; figura ahora en OC 2, 11-31. Allí, Quesada menciona la
tertulia de Ramón de manera muy ambivalente: «Ramón Gómez de la Serna/ está alegre en Pombo.
Está alegre/ porque toda la gente más triste le acompaña/ con un grotesco
sombrero de copa ideal./ Los amigos de Pombo quieren ser ilustres./ Son los que
son ilustres sin serlo jamás.»
(OC 2, 30).
[6] Suárez Calímano había nacido en San Cristóbal de La Laguna en 1884;
falleció en 1949 en Buenos Aires, donde se radicó en 1907. Fue secretario de
redacción de Nosotros a partir de
1922. Sobre él y su obra, cf. Suárez Calímano E., 2013.
[7] OC 1, 24; Ríos Barrionuevo: «Hay que precisar que el poeta trabajó en los últimos
quince años de su vida en compañías británicas, como una consignataria de
buques y un banco inglés en el que consiguió incluso el cargo de Jefe de
Cartera»; «no olvidemos que desde mediados del siglo XIX los ingleses dominaban
la economía insular, y controlaban bancos, hoteles, comercios».
[8] En un pasaje tachado de la dedicatoria del libro a «Colombine», que figuraba en
una versión manuscrita de 1921, Quesada anotó: «Aquí empieza, y acaso
acabe para siempre, toda mi pequeña historia de hombre observador y gracioso».
[9] La amargura y la constante humillación que suscita en Quesada el vivir
en un ámbito mercantil tan reñido con sus inclinaciones personales, recuerdan
al Kafka que por las mismas fechas trabajaba en empresas aseguradoras, pero
también al Borges posterior, empleado de una biblioteca de barrio en la
década del treinta.
[10] [Nota de Ruiz Barrionuevo:] La tuberculosis que afectó
su salud también explica esta inclinación. Véase Félix Delgado: «La Muerte, tema
constante en la obra de Alonso Quesada» en Cruz y Raya (1935) 33, pp.
68-82, trabajo donde por primera vez se señalan los márgenes de esta presencia
en su poesía.
[11] Compárese esta lista con la que contiene una carta de Ricardo Güiraldes
a Valery Larbaud, de hacia marzo de 1925 (enviada por intermedio de Jules Supervielle),
en la que falta Hidalgo: «Escritores que constituyen Proa: Valerio Larbaud; Ramón; Borges; Neruda; Ipuche; Silva
Valdés; Guillermo de Torre; Macedonio Fernández; Alfonso Reyes; Keller Sarmiento;
Ricardo Güiraldes; Salvador Reyes; Rojas Paz; Oliverio Girondo.» Por lo demás, en
el presente contexto debe resaltarse que se mencione a Quesada en el mismo
párrafo que personas muy ligadas a Borges y a Güiraldes.
[12] El plan original de Güiraldes había previsto, en vez de a Norah Borges,
a su amigo Alfredo González Garaño, en cuya casa parisina habría de morir el
autor de Don Segundo Sombra en 1927.
[13] A pesar de este
comentario, Torre había contactado a Cansinos ya en 1924, para obtener alguna
colaboración suya para Proa, según
muestra una carta que Cansinos le remitió con fecha 23-X-1924 (N° 78 en García
C., 2004): «Con mucho gusto le
elegiré algún original, algo digno de publicarse en Proa, entre mis papeles. / Con esta fecha escribo a Brandán
Caraffa, expresándole mi gratitud; si usted escribe a Jorge Luis [Borges]
dele mis mejores recuerdos, y anúnciele que los jóvenes de Tobogán piensan enviarle la revista y
unas líneas». Brandán, otro de los
directores de la revista, había pasado por Madrid, donde conoció personalmente
a Cansinos.
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