sábado, 11 de abril de 2020

Borges y Alonso Quesada (1923-1925)


Carlos García (Hamburg)
[carlos.garcia-hh@t-online.de]

Borges y Alonso Quesada (1923-1925)
[Cuadernos del Hipogrifo 12, Roma, 2019 (febrero de 2020), 16-24]

A Carmen Ruiz Barrionuevo
En una excelente conferencia leída en un Congreso que tuvo lugar en Roma a fines de no­viembre de 2019, y a la que me congratulo de haber asistido, Carmen Ruiz Barrionuevo se refirió a «El recurso de la ironía en Alonso Que­sada».[1]
Ese autor ya me había llamado previamente la atención, porque estuvo rela­cionado de alguna manera con Jorge Luis Borges. El trabajo de Ruiz Barrionuevo me ha in­citado a ocuparme de esa conexión con algún detalle.[2]
«Alonso Quesada» era el seudónimo de Rafael Romero Quesada (Las Palmas de Gran Canaria, 1885-1925), poeta postmodernista,[3] narrador, autor dramático y traductor (Hen­ríquez Jiménez, A. 2018). Sus Obras completas abarcan seis volúmenes, y fueron publicadas en 1986 por Lázaro San­tana.
Junto con Tomás Morales (1884-1921) y Saulo Torón Navarro (1885-1974), Que­sada formó parte de la gene­ración literaria que in­trodujo en las Islas Canarias el Modernismo de cuño rubeniano.
A pesar de su relativo aislamiento, una y otra vez tematizado (habla por ejemplo de su «árida vida de insu­lario, la aspereza circunstancial de mis soledades inteli­gentes»), Quesada fue co­la­borador de numerosas revistas de la península, entre ellas las madri­leñas Pro­me­teo, España, La Pluma y la coruñense Re­vista de Casa Améri­ca-Galicia, que luego pasaría a llamarse Alfar. Entre 1918 y 1922 escribió también cuentos y cró­nicas para La Publi­cidad (Barce­lona), por recomendación de Gabriel Miró. Allí publicó varios de los capítulos que debían conformar su libro Smoking Room.
La marginalidad de Quesada, tantas veces por él mismo lamentada, no le impidió tener trato amistoso o epistolar con algunos de los nombres más repre­sen­­tativos de la cultura espa­ñola del momento: Miguel de Una­­muno, Gabriel Miró, Manuel Abril, Ricardo Baeza, Agustín Miralles Car­lo, Carmen de Burgos («Co­lombine»), Juan Ramón Jiménez, Rafael Can­si­nos As­sens y Pedro Salinas entre otros.[4]
Si bien Madrid suscitó en él cierto rechazo (visible, por ejemplo, en su «Poema truncado de Madrid»), Quesada recorrió en 1918 los espa­cios literarios de la capital, incluída algu­na visita a la tertulia re­gen­teada por Ra­món Gómez de la Serna, según este hace constar en su libro Pombo (1957, II: 282-283).[5]
En las Islas Canarias Quesada representó (al parecer, solo nominalmente) a la prestigiosa revista argentina No­so­tros, don­de Emilio Suárez Ca­límano reseñó su libro La Umbría en 1923, y escribió la necro­lógica de Quesada a comienzos de 1926.[6] Sin embargo, nada de Quesada apareció en esa publicación.
Considero que Bor­ges trabó contacto personal con él durante su breve estadía en Las Palmas de Gran Ca­na­ria, donde acostumbraban recalar los barcos que iban y volvían entre España y Argentina. La legación de ese país expedía visa­dos para entrar en España tanto para viajantes argentinos como uruguayos. El en­cuen­tro habrá tenido lugar en julio de 1923 (en el viaje de ida a Europa), o en abril de 1924 (en el viaje de vuelta).
Discierno cuatro posibles puntos de contacto entre Borges y Quesada:
El primero, una conjetural recomendación de Emilio Suárez Calímano, canario él mismo y secretario de la redacción de Nosotros, revista con cuyos dirigentes Bor­ges tenía una buena relación.
El segundo puede haber sido el hecho de que Quesada estuvo varios años em­pleado en empresas inglesas, que dominaban por esa época el comercio y la eco­nomía de las islas. Ya desde antes de 1910 había trabajado en la coasigna­taria de buques «Elder Dempster Canary Islands»; pasó luego al «Bank of British West Africa Limited», donde ocuparía el puesto de «Jefe de Cartera» a partir de 1920.[7]
Borges puede haber enta­blado alguna rela­ción con Quesada tanto por su afini­dad para con las cosas inglesas, como por haber hecho algún trámite en el banco de marras. Que­sada escribió sobre los caracteres ingleses con quienes tuvo con­tacto entre 1919 y 1924, en un libro que solo sería publicado póstumamente de manera com­pleta: Smoking Room (Cuentos de los ingleses de la colo­nia en Cana­rias).[8]
La pasión literaria puede haber contribuído a que Borges y él estrecharan lazos. La obra de Quesada destila un humor irónico, plausible­mente del gusto de Bor­ges, igual que la «fobia anticlerical» que sentía el canario (Santana, L. 1970: 12).[9]
Otro punto de contacto es que Quesada fue muy amigo del ya mencionado Saulo Torón. Este había sido uno de los cola­bo­ra­dores de la revista sevillana Gran Guignol, donde tam­bién Bor­ges pu­bli­cara en 1920. Quizás fuera Torón quien rela­cionara a am­bos, aunque no conozco prue­bas de que él y Borges se cono­cie­ran perso­nal­mente o mantuvieran corres-pon­dencia. (Sí existen cartas entre Saulo Torón y Julio J. Casal, reproducidas y anotadas en García, C. – García-Sedas, P. 2013.)
En una postal sin fecha a Torón, Quesada define su estado como «algo aburrido, un poco melancólico y escéptico». Ese sentimiento vital, que lo acosaba a me­nudo, puede haber influido en su actitud ante la muerte. Según Ruiz Barrio­nuevo, «la muerte, en su serena y pertinaz presencia, se con­vierte en el ele­mento más constante» de la poesía de Que­sada».[10] Y en otro pasaje agrega: «ase­ve­ra­ciones que no pueden por menos de recor­dar aque­llas paradó­jicas frases reco­gidas en las reflexiones de Jorge Luis Borges para quien no existe sino la intensa consolación de ser y saberse pere­ce­dero frente a la desaso­se­gante amenaza de la posibilidad de lo eterno».
En efecto, Borges compartía el interés por el tema de la muerte, según muestran ya varios poemas de su primer libro, Fervor de Buenos Aires, publicado precisamente en julio de 1923 (García C., 2000, capítulo I), y del que Borges habrá obsequiado un ejemplar a Que­sada.
En cuanto a la eventual correspondencia entre Quesada y Borges, solo conozco un testi­monio, pero es tal, que induce a pensar que hubo mucho más contacto entre ambos. Antes de reproducir el documento, iluminaré brevemente el contexto que lo suscita.
Luego de diversas peripecias y penurias económicas que amenazaran con obligar al cierre de la revista Proa, la redacción de­cide, a instancias de Ricardo Güi­ral­des (quien ya había es­bo­zado un plan similar en 1924), ha­cer un in­tento de re­no­va­ción (Artundo, P. 2004). A ese fin, la Direc­ción remitió hacia febrero-marzo de 1925 la si­guiente cir­cular a va­rias per­sonali­dades del mundillo literario hispanoamericano y europeo.
La carta meca­nografiada, cu­yo bo­rrador fue escrito por Pablo Ro­jas Paz si­guien­do indi­ca­cio­nes de Güiraldes, carece de fe­cha, pero ella se de­­duce de la de las res­puestas recibidas, ma­yor­mente en abril de 1925. La segunda página de esa cir­cular no fue impresa en la revista, pero se conserva en Madrid el ejemplar en­viado a Rafael Cansinos Assens, que per­mite repro­ducir aquí el escrito com­pleto:
Buenos Aires, ... de ........................de 1925.
Compañero y amigo:
Hemos querido, desde el prin­ci­pio, que PROA, ha­­ciendo justicia a su nom­bre, fuera una con­cen­tración de lucha, más por la obra que por la po­lémica. Traba­jamos en el sitio más libre y más duro del barco, mien­tras en los cama­rotes duermen los bur­gue­ses de la lite­ra­tu­ra. Por la po­sición que he­mos ele­gido, ellos for­zosamen­te han de pasar de­trás nues­tro en el ho­nor del camino. Dejemos que nos lla­men locos o ex­tra­­vagan­tes. En el fondo son mansos y todo lo harán me­nos dis­putar­nos el privi­le­gio del tra­bajo y la aven­tura. Sea­mos unidos sobre el trozo in­se­guro que marca rum­bo. La proa es más pequeña que el vien­tre del barco, porque es el punto de con­ver­gen­cia para las ener­gías. Riamos de los que rabien sa­biéndose hechos para se­guir. Sus ataques no llegan por­que te­men. PROA vive en con­tacto directo con la vida. Ha dado ya sus pri­­meros tumbos en la ola y se refresca de opti­mis­mo por su voluntad de vencer dis­tancias. Hoy quiere crecer un día más. Por eso le es­cribe a Ud. De­nos la mano de más cerca para ayu­dar este crecimien­to.
Pronto la respuesta.
Jorge Luis Borges      Brandán Ca­raffa
Ricardo Güiraldes      Pablo Rojas Paz
/2/ Este es nuestro proyecto:
Cuerpo de escritores que constituyen PROA:
BERNÁRDEZ (Francisco Luis), BORGES (Jorge Luis), BRAN­DÁN CA­RAFFA, CAN­SINOS AS­SENS, CARO (Andrés L.), FER­NÁN­DEZ (Ma­ce­do­­nio), GI­RONDO (Oliverio), GÓMEZ de la SER­NA (Ra­món), GÜI­RAL­DES (Ricardo), IPU­CHE (Pe­­dro Lean­­dro), KEL­LER-SAR­MIENTO, LAR­BAUD (Vale­rio), MON­TES (Eu­ge­nio), NE­RUDA (Pablo), QUE­SADA (Alon­so), REYES (Al­fonso), REYES (Sal­vador), ROJAS PAZ, SILVA VAL­DÉS, TORRE (Gui­llermo de).[11]
Comité directivo a efectos de publicación y or­dena­ción del ma­­terial, co­rrección de pruebas, admi­nis­tra­ción pecuniaria, subs­cripciones, avi­sos, etc.:
Brandán Caraffa, Jorge Luis Borges, Ri­cardo Güi­­ral­des, y Pa­blo Rojas Paz.
Dirección artística, impresión, disposi­ción tipo­grá­­fica, admi­sión y publi­ca­ción de dibujos, etc.:
Sandro Piantanida, Eduardo Bullrich, Norah Bor­­­ges.[12]
El tiempo que Vd. ponga en contestar, ade­lan­tará o atra­­sará este se­gun­do y más fuerte naci­miento de PROA.
Debe recal­carse que ese «cuerpo de escritores que constituyen Proa» no llegó a existir, al menos, no en esa forma. La lista surgió a pro­puesta del «comité di­rectivo» antes de saber si los alu­di­dos esta­rían de acuer­do o no.
Entre los aportes de Bor­ges a esa lista de­ben notarse, aparte de su maestro Ma­ce­­do­nio Fer­nán­dez, el chileno Sal­vador Reyes (colabo­ra­dor de la primera Proa y tem­prano reseñador de Fervor de Buenos Aires), los españoles Cansi­nos Assens, Guiller­mo de To­rre, Eugenio Mon­tes, y «Alonso Quesada». Sin em­bargo, des­con­tan­do a Ramón Gó­mez de la Serna y a To­rre, los demás espa­ñoles men­cionados no co­la­bo­­ra­rían en Proa. Sí lo hicieron otros: Benjamín Jarnés, César M. Arco­nada, Fe­derico García Lorca, Pedro Herreros (que estaba radicado en Argentina) y los ar­tistas Francisco Bores y Daniel Vázquez Díaz.
Torre, que bien puede ser quien recomendara a todos o a algunos de ellos (con quienes tenía amistoso trato, descontando a Herreros y quizás a Quesada, aunque parece conocer su obra) res­ponderá a la invi­tación mediante carta iné­dita a Borges del 27 de abril de 1925 (es decir, de la misma época en que aparece su libro Literaturas europeas de van­guar­dia; cf. García C., 2004: 197-203):
Adjunta verás mi rápida, cordial y acorde res­puesta a la carta circular de Proa que habéis tenido a bien en­viarme. La carta –te lo diré a tí, ya más en confianza que con el resto de los colegas– me ha parecido tan plena de ve­he­mencias y rizos metafóricos como ausente de precisiones y di­lu­ci­daciones con­­cre­tas. Desde luego, me parece acertada esa idea de agrupar en un cuerpo funda­men­tal a los principales pro­moto­res de la re­vis­ta. Pero, aparte de esto, ¿qué otras modi­fi­cacio­nes orgánicas se per­si­guen? ¿Qué sol de novedad aún no sur­gido veremos levantarse en esas páginas?
Respecto a los colaboradores españoles: Ramón, me parece bien. Can­sinos, no tanto: nadie concede a su papel la cotización tan alta que tú le das, y, por otra parte, él mira con recelo –ga­ran­tizo el aserto– las cola­bo­raciones transatlán­ticas.[13] [Eu­ge­nio] Montes, bien, pero por unos meses no escribe nada hasta que acabe unas opo­­si­cio­nes. ¿Y Alonso Que­sa­da? ¿Quién ha in­cluído a ese ca­na­rio de voz indecisa? Nadie le con­cep­túa aquí como hombre de sig­nificación van­guar­dista.
Con la última frase, Torre revela que no termina de comprender dos cosas:
Por un lado, que el proyecto de Proa no es enfáticamente vanguardista, ni en el sentido en que lo fueron los órganos ultraístas españoles o argentinos del co­mienzo de la déca­da, en los que Borges y él habían publicado, ni en el sentido en que lo era el periódico argentino Martín Fierro (1924-1927): la actitud de Proa era más me­surada, más conciliadora, y en­carna un anticipo del retour à l’ordre proclamado por Cocteau en 1926.[14]
Por otro lado, Torre parece no haber adver­tido el humor y la ironía que destilan las obras de Quesada, lo cual lo em­pa­renta siquiera sesgadamente con lo van­guar­dístico, que por otra parte estaba decli­nando también en España. Borges mismo había abo­minado ya desde 1922 del ultraísmo, y ello se volvería público con la publica­ción de Fervor de Buenos Aires (lo cual no escapó a Torre, según muestra su quejosa reseña del libro; cf. García C., 2017).
A pesar de la intención de Borges, no llegó a concre­tarse la colabo­ración de Que­sada en Proa, ya que el canario fa­lleció en noviembre de 1925 (su enfermedad había empeorado ya en 1924). Proa, por lo de­más, dejaría de aparecer tras el número 15, de enero de 1926.
(Hamburg, 22-I-2020)

Bibliografía
Artundo P. M., «Punto de convergencia: Inicial y Proa en 1924», en García C. Reichardt D., 2004, pp. 253-272.
García C., El joven Borges, poeta (1919-1930), Buenos Aires, Corregidor, 2000.
García C., Correspondencia Rafael Cansinos Assens / Guillermo de Torre, 1916-1955, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2004.
García C., «Memoranda estética. Un manuscrito desconocido de Guillermo de To­rre (1924)», Boletín de Estética n. 30, Buenos Aires, agosto de 2017, pp. 99-120; ahora en mi libro Borges, mal lector, Cór­doba, Alción editora, 2018, pp. 275-291.
García C. García-Sedas P., Julio J. Casal (1889-1954). Alfarero y poeta entre dos ori­llas, Montevideo, Bi­blioteca Nacional, 2013.
García C. Reichardt D., Las vanguardias literarias en Argentina, Uruguay y Paraguay, Madrid / Frankfurt am Main, Iberoamericana / Vervuert, 2004
Gómez de la Serna R., Pombo. Obras com­pletas, II, Bar­celona, AHR, 1957.
Helguera Arellano A., Orientaciones de la vanguardia en la poesía española: el Pos­mo­dernismo, Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 2015 (tesis de doctorado).
Henríquez Jiménez A., «Correspondencia Agustín Millares Carlo-Alonso Quesada»: Philo­logica Cana­riensia n. 2-3, Las Palmas de Gran Canaria, 1994 [1996-1997], pp. 445-470.
Henríquez Jiménez A., Alonso Quesada, traductor. Islas Canarias, Revista Cultural BienMeSabe.org, 2018.
Lantenois A., «Analyse critique d'une formule retour à l'ordre» : Vingtième Siècle, revue d'histoire n. 45, enero-marzo de 1995, pp. 40-53.
Quesada A., «Los poemas villanos»: Alfar n. 30, A Coruña, junio de 1923.
Quesada A., «El poema de los días errantes»: Alfar n. 33, A Coruña, octubre de 1923.
Quesada A., «Cómo murio Miss Bland» [Cuento inédito]: Alfar n. 61, Montevideo, enero-febrero de 1929.
Quesada A., «Las dos mujeres de Mr. Talbotv [Cuento]: Alfar n. 63, Montevideo, mayo-junio de 1929.
Quesada A., «Poemas»: Alfar n. 65, Montevideo, diciembre de 1929.
Quesada A., Obra completa, Edición y prólogos: Lázaro Santana, Gran Canaria, Go­bierno de Canarias, Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, 1986 (seis volúmenes).
Quesada A. Unamuno M., Epistolario, Las Palmas, El Museo Canario, 1970.
Ruiz Barrionuevo C., «El recurso de la ironía en Alonso Que­sada»: Conferencia leída en «II Coloquio In­ternacional, ‘Herencias, balances y relecturas de la vanguardia internacional. A cien años del naci­miento del Ultraísmo’, Homenaje a Carmen Ríos Barrionuevo», orga­ni­zado por Marisa Martínez Pérsico y Giuseppe Gatti; Roma, Università Guglielmo Marconi, 26-XI-2019.
Sánchez Robayna A., «Juan Ramón Jiménez y Alonso Quesada»: Anuario de Estudios Atlánticos n. 55, Las Palmas de Gran Canaria, 2009, pp. 65-114.
Sánchez Robayna A., «Epistolario inédito. Alonso Quesada, Rafael Cansinos-Assens»: Syntaxis n. 12-13, 1986-1987.
Santana L., «Hasta 1910»: Epistolario Miguel de Unamuno / Alonso Quesada. Las Palmas de Gran Ca­naria, El Museo Canario, 1970, pp. 11-19.
Suárez Ca­límano E., «Reseña de Alonso Quesada: La Umbría (Ma­drid, 1922)»: No­sotros n. 171, Buenos Aires, agosto de 1923, pp. 542-544; repro­ducido en su libro 21 En­sa­yos. Buenos Aires: Nosotros, 1927)
Suárez Ca­límano E., « [Nota necrológica sobre Quesada] »: Nosotros n. 200-201, Buenos Aires, enero-febrero de 1926, pp. 158-159.
Suárez Calímano E. De viaje, Arafo. Edición, transcripción y reseña bio­gráfica de Octavio Rodríguez Delgado, 2013, [blog.octa­vio­delgado.es].
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[1] «II Coloquio Internacional, ‘Herencias, balances y relecturas de la vanguardia internacional. A cien años del nacimiento del Ultraísmo’, Homenaje a Carmen Ríos Barrionuevo», organizado por Marisa Martínez Pérsico y Giuseppe Gatti. Roma, Università Guglielmo Marconi, 25-26 de noviembre de 2019.

[2] Agradezco a la profesora Ruiz Barrionuevo haber puesto a mi disposición la versión meca­nografiada de su ponencia antes de su publicación. Desde luego, y como ocurre a menu­do en estos casos, la versión finalmente publicada (que formará parte de las Actas del Con­greso) puede diferir. Consigno, por lo demás, que Ruiz Bar­rionuevo modificó y enriqueció su texto con amenos y agudos pasajes agregados espontánea­mente.

[3] En la historiografía de la literatura en castellano hay un desfasaje entre la nomenclatura utilizada en España y la usual en Hispanoamérica. De ahí la falta de claridad de algunos cri­terios. Yo aplico el término «post­mo­der­nismo» a una fase tardía del «modernismo» en el sen­tido español, no sin saber que ya el término «mo­dernismo» está en litigio. Llevaría muy lejos tratar el tema en detalle; lo haré en otra ocasión. Aquí me limito a decir, algo axiomática­mente, que llamo «postmodernismo» a una maniera situada entre el moder­nis­mo y la van­guardia. Quesada superó después de algunos tempranos escarceos la estética modernista. Como dice Ruiz Barrionuevo: «será Alonso Quesada, el que situado en ese periodo inestable que supone el final del movimiento modernista y que en la crítica literaria his­pa­noamericana suele denominarse postmo­dernismo, quien actualizará y modernizará la recep­ción de la literatura en la zona dando paso a la van­guardia». Cf. también Helguera Arellano, A. 2015.

[4] Véase el listado de cartas conservadas en [https://study­lib.es/doc/71579­18/digita­li­zación-archivo-alonso-quesada---biblioteca-insular].

[5] El poema de Quesada, que ya trasciende el postmodernismo, surgió durante un viaje a Madrid en abril-mayo de 1918. Fue publicado en España 286-289, octubre-noviembre de 1920; figura ahora en OC 2, 11-31. Allí, Quesada menciona la tertulia de Ramón de manera muy ambivalente: «Ramón Gómez de la Serna/ está alegre en Pombo. Está alegre/ porque toda la gente más triste le acompaña/ con un grotesco sombrero de copa ideal./ Los amigos de Pombo quieren ser ilustres./ Son los que son ilustres sin serlo jamás.» (OC 2, 30).

[6] Suárez Calímano había nacido en San Cristóbal de La Laguna en 1884; falleció en 1949 en Buenos Aires, donde se radicó en 1907. Fue secretario de redacción de Nosotros a partir de 1922. Sobre él y su obra, cf. Suárez Calímano E., 2013.

[7] OC 1, 24; Ríos Barrionuevo: «Hay que precisar que el poeta trabajó en los últimos quince años de su vida en compañías británicas, como una consignataria de buques y un banco inglés en el que consiguió incluso el cargo de Jefe de Cartera»; «no olvidemos que desde mediados del siglo XIX los ingleses dominaban la economía insular, y controlaban bancos, hoteles, co­mercios».

[8] En un pasaje tachado de la dedicatoria del libro a «Colombine», que figuraba en una versión manuscrita de 1921, Quesada anotó: «Aquí empieza, y acaso acabe para siempre, toda mi pequeña historia de hombre observador y gracioso».

[9] La amargura y la constante humillación que suscita en Quesada el vivir en un ámbito mer­cantil tan reñido con sus inclinaciones personales, recuerdan al Kafka que por las mismas fechas trabajaba en empresas aseguradoras, pero también al Borges posterior, em­pleado de una biblio­teca de barrio en la década del treinta.

[10] [Nota de Ruiz Barrionuevo:] La tuberculosis que afectó su salud también explica esta in­clinación. Véase Félix Delgado: «La Muerte, tema constante en la obra de Alonso Quesada» en Cruz y Raya (1935) 33, pp. 68-82, trabajo donde por primera vez se señalan los márgenes de esta presencia en su poesía.

[11] Compárese esta lista con la que contiene una car­ta de Ri­cardo Güi­raldes a Valery Lar­baud, de hacia marzo de 1925 (en­viada por inter­medio de Jules Su­pervielle), en la que falta Hidalgo: «Escritores que constituyen Proa: Va­le­rio Larbaud; Ramón; Bor­ges; Ne­ru­da; Ipuche; Silva Valdés; Guiller­mo de Torre; Mace­donio Fer­nán­dez; Al­fonso Reyes; Keller Sar­miento; Ricardo Güi­ral­des; Salvador Reyes; Rojas Paz; Oliverio Gi­rondo.» Por lo demás, en el presente contexto debe resaltarse que se mencione a Quesada en el mismo párrafo que personas muy ligadas a Borges y a Güiraldes.

[12] El plan original de Güiraldes había previsto, en vez de a Norah Borges, a su amigo Alfredo González Ga­raño, en cuya casa pa­risina habría de morir el autor de Don Segundo Som­bra en 1927.

[13] A pesar de este comentario, Torre había contactado a Cansinos ya en 1924, para obtener alguna colaboración suya para Proa, según muestra una carta que Cansinos le remitió con fecha 23-X-1924 (N° 78 en García C., 2004): «Con mu­cho gusto le elegiré algún original, algo digno de publicarse en Proa, entre mis pa­peles. / Con esta fecha escribo a Brandán Caraffa, expre­sán­dole mi gratitud; si usted es­cribe a Jorge Luis [Borges] dele mis mejores recuerdos, y anún­ciele que los jóvenes de To­bo­gán piensan enviarle la revista y unas líneas». Brandán, otro de los directores de la revista, había pasado por Madrid, donde conoció per­sonalmente a Can­sinos.

[14] Lantenois, A. 1995 estudia los problemas planteados por ese concepto.


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