sábado, 11 de abril de 2020

Reseña de Bazar de esquirlas, por Ricardo Virtanen


Carlos Garcia (Hamburg)

Invitación a la lectura. 

Reseña de: Bazar de esquirlas, por Ricardo Virtanen. 

Sevilla: Renaci­miento, 2019, 111 págs. (A la mínima, 21)

[Versiones abreviadas de este texto aparecieron en https://www.zendalibros.com/ba­zar-de-esquirlas/, 21-I-2020, y en http://www.solotempestad.com/, 30-III-2020.]

Para lograr una definición precisa acerca de lo que es un aforismo, habría que escribir muchos buenos, que asediaran su esencia desde diversos ángulos, o una larga y densa mono­grafía. Es como decía Agustín de Hi­po­na a propósito del tiempo: uno cree sa­ber intuitivamente qué es un afo­rismo, pero la cosa se dificulta y enreda al querer ex­pli­carlo.
Es, de antiguo, uno de mis géneros favoritos. Leí de joven todos los clá­si­cos, desde los fragmentos presocráticos hasta los moralistas france­ses, de Nietzsche a Lec, de Lichten­berg a las greguerías ramonianas, de Canetti a Jules Renard, de Antonio Por­chia a Cioran. Practiqué su es­cri­tura (también, claro, como casi todos, el oblicuo pla­gio), logrando, como cual­quiera, algunos buenos.
Precisamente la práctica del género, ya como lector, ya como autor, me ha llevado a adoptar, entre tanto, una posición escéptica, por dos motivos:
Uno: en un buen momento, cualquier persona inteligente y culta puede escribir afo­ris­mos. Lo difícil, si acaso, es hacer de ello pro­fe­sión, reincidir felizmente.
El otro, de carácter gnoseológico: Un buen aforismo pretende propor­cio­narnos una vis­lumbre inesperada y pro­funda so­bre algún tema. Pero esa aprehensión es ilusoria y perecedera: no se puede comprender de refilón ningún aspecto de la realidad de manera pro­­funda, y menos aún definitiva. El aforismo no ilumina verda­deramente as­pectos del ser, solo sus­cita, apenas y por un breve instante, la sensación de que así fuera. Ya el pró­ximo desvía nuestra atención hacia el siguiente tema, hacia otro arra­bal del alma o de las cosas.
“Suspension of disbelief” (suspensión de la incredulidad) llamó Coleridge a la sabia actitud del lector que interrumpe su postura crítica para poder disfrutar de la literatura (se quedó corto: en realidad necesitamos ese me­canismo para poder vivir.) Aplicada al pro­teico aforismo, esa máxima nos insta a entregarnos a sus fugaces seducciones, como si los afei­tes fue­ran el verdadero cutis.
A estas melancólicas, pero no desalentadas cavilaciones me lleva la lec­tura de cuatro volúmenes de Ricardo Virtanen: Pompas y circuns­tancias (2008), Laberinto de efectos (2014), El funam­bulista ciego y Bazar de es­quirlas (ambos de 2019). Me concentraré en el último, que apareció hace unos meses en una colección dedi­ca­da, admirablemen­te, al género afo­rístico, y que incluye nombres tan impares como Vau­­ve­nargues, Tagore, Pessoa, Rafael Barrett, Khalil Gibran y Oscar Wilde.
Una forma de justicia es evaluar un libro por lo que el autor se ha pro­puesto hacer. Al comienzo de Bazar de esquirlas Virtanen ofrece, “a modo de introducción”, algunas re­­fle­xiones sobre el género que viene prac­ti­cando:
Mi concepto de esquirla no quiere solo acercarse al tejido frag­men­tario, también se asemeja al aforismo que prefiero: breve, poético, ingenioso, contundente.
[...]
Mis aforismos actuales denotan cierta condición de desgajamiento, de meteo­rito deambulante, de porción irreal, de esquirla sin cuándo ni porqué.
[...]
Así mis esquirlas, pese a su brevísimo cuerpo, quieren indagar en aquello que la realidad no nos muestra en una primera impresión.
Algunas muestras, escogidas al azar, confirman esas convicciones:
El que desea emprende un camino sin retorno.
¿La realidad encoge cuando la pensamos?
Al dolor no le tiembla el pulso.
O esta, que parece proferida por algún inexistente dios, que abarcara los eones con su mirada:
La eternidad dura un instante. La vida, todavía menos.
A la entrada del Infierno, Dante esculpió esta lapidaria y amenazadora frase: “Lasciate ogni speran­za, voi ch’entrate”. Menos iracundo, más cor­tés, Virtanen cierra la intro­duc­­ción de su libro con la frase: “Pasen y vean, y después juzguen si les atañe.”
(Hamburg, 6-I-2019)
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